Viernes, 23 de agosto
El viernes empezó con la primera misa de fiestas a la que acudió la corte, en sus mejores galas, tras su proclamación en la noche anterior.
Tras la misa, como es costumbre, el patio de las escuelas se llenó de risas y barullo cuando los niños (y también algún padre animado) llegaron allí a disfrutar en el parque infantil que se montó; en él pudieron hacer uso tanto de nuevas atracciones como de las clásicas: saltaron en los hinchables, resistieron las embestidas del toro mecánico y compitieron en el circuito de carricoches.
Pronto llegó la hora de comer, pero aquello no fue ningún problema pues pudieron seguir jugando después de la siesta (no la suya, más bien la de sus padres y familiares, que disfrutaban de un merecido descanso).
También los mayores jugaron, pero en otra modalidad: la tuta, que cada año reúne más gente y de diversos grupos; este año participaron más chicas y también se organizó una tuta infantil para los más pequeños.
El día terminó con el baile de tarde que reunió en la plaza a mucha gente de distintas edades, todos dispuestos a mover las caderas y sacar a relucir el ritmo que guardaban en el cuerpo. Hubo un pequeño fallo técnico que hizo que nos lleváramos las manos a la cabeza ¡la tecnología no podía volver a abandonarnos!, pero el problema se solucionó rápidamente y no hubo más contratiempos, para alivio de todos.
La noche siguió para muchos, que continuaron agitando el esqueleto al ritmo de la música; algunos de nosotros esperamos hasta el momento de dar dianas, y pudimos probar las deliciosas alubias blancas con chorizo que la peña el Golpazo nos preparó para desayunar (hmmmm!) antes de partir hacia las casas de todos los guiletos para despertarlos al son de las dulzainas y los tambores.
Comentarios recientes