Bucarest, 6 de noviembre de 2009
Justo hoy se cumple un mes desde que llegué de España. Cuando en septiembre estaba en Mecerreyes, alguien me dijo que no me olvidara del pueblo… -¡Pero cómo me voy a olvidar de Mecerreyes!- y que escribiera alguna impresión, lo que me pareciera mejor, en la página web… Y eso es lo que voy a intentar reflejar en unas líneas.
Me encuentro en Bucarest, la capital de Rumanía, concretamente en el Centro San Marcelino Champagnat, un lugar donde los Hermanos Maristas tenemos acogidos a 35 niños abandonados o que no pueden vivir en su familia a causa de la pobreza.
La primera gran sorpresa al llegar aquí fue la acogida cálida de los hermanos y de los niños. Los hermanos me esperaban en el aeropuerto. Y los niños ya sabían que venía un nuevo frate. Así que desde el primer día, a pesar de la lengua, ya te sientes uno más.
Cuando llego al Centro San Marcelino Champagnat me sorprende la alegría y la ilusión de los niños. Te preguntan, te hablan… Como saben que eres español, te lo dicen en español… Ellos ya saben mucho español, italiano y hasta algo de inglés y de francés. ¡Qué bien me vendría dominar más lenguas! Siento que en España esto de las lenguas lo tenemos algo descuidado. Y lo fácil que sería desde pequeños…
Estos primeros días me sorprende la ciudad. Tengo la sensación de que Bucarest es una ciudad gris y triste. Y la veo algo así como destartalada, como en proceso de conversión en una ciudad mejor… Hay muchas obras a lo largo de toda la ciudad. A las casas también las vendría muy bien una mano de pintura y algún parcheo a las calles… ¿Y lo que más me gusta? Sin ninguna duda, los parques y las zonas verdes. Son una preciosidad. Y más ahora que estamos en otoño.
Me sorprende la iglesia ortodoxa con sus canciones y ritos, y la iglesia católica con su tradicionalismo… Todo es una sorpresa que poco a poco iré asimilando, entendiendo y ojalá amando.
Y otra vez a empezar. Tenía las cosas bastante claras hasta hace poco. Sabía lo que tenía que hacer y los objetivos a vivir. Ahora me ha venido una cura de humildad. Tengo que aprender un idioma y cuesta. Estudiar es duro y exige disciplina, esfuerzo, atención, constancia… Y ahí estamos. Los niños, casi siempre, son los mejores maestros. Y en ellos me miro. “Să fi atent! Acestă este dificil pentru tine…” -me dice Adrián, un niño que intenta enseñarme el rumano y con paciencia corrige una y otra vez mi mala pronunciación-. ¡Cuántas veces habré dicho esto mismo más o menos a mis alumnos en clase y fuera de ella…! ¡Paciencia!
Y una cosa que me sorprende mucho en medio del color gris de la ciudad son las flores. Bucarest está lleno de flores. En cualquier esquina, en cualquier calle hay alguien que ofrece flores. Yo también, como buen habitante de esta ciudad, voy a meterme de lleno en ella, aprender y ofrecer flores.
Viernes, 6 de noviembre. En medio de este lluvioso y frío otoño, hoy amaneció muy claro y hemos disfrutado de un hermoso sol. Está claro que San Martín no ha querido faltar a su cita y nos ha regalado su veranillo. He visto a la gente en el metro y en el autobús de un sitio para otro, como en cualquier ciudad del mundo. Vamos corriendo siempre, sin apenas hablar ni sonreír… Parece que nos pesa la vida. Salgo del metro y enseguida veo flores. Flores en los puestos, en las calles, en los parques… Hasta veo a los hombres que llevan flores. Me sorprende y me alegra. He pensado a veces que las flores son cosas de mujeres… ¡Qué bien que me haya equivocado! Y esto lo he aprendido aquí, en Bucarest.
Llevo tiempo dando vueltas a la cabeza y al corazón eso de: “¿No ves algo nuevo que está naciendo?” Y oigo también esa voz que no deja de sorprenderme: “Mira, yo hago nuevas todas las cosas”… Algo intuyo por dónde puede ir esto.
Y el color gris de la ciudad, y la tristeza de la gente, y el frío de las tardes oscuras y lluviosas, siento que se transforman en juegos y colores vivos, en sonrisas y regalos, en flores y presencias queridas y cercanas.
Y termino. 11 de noviembre, San Martín. Vuelvo mis ojos a Mecerreyes. San Martín nació en Panonia (Hungría), no muy lejos de Bucarest. Pienso en Mecerreyes. Y en San Martín. Hoy seguro que todos los guiletos lo hemos recordado. A mí siempre me ha conmovido su generosidad y compasión hacia aquel pobre y seguro que hacia todos los pobres… El día 6 comenzó el veranillo de San Martín. Los días anteriores fueron fríos y lluviosos. Hasta hoy los días han sido maravillosos. Desde las primeras horas de la mañana, el sol nos ha acompañado y hemos tenido tardes hermosas en las que los niños han podido jugar después de clase, los ancianos pasear y conversar y todos disfrutar del calor y del buen tiempo. ¡Y hay quien dice que no existen los milagros!
De nuevo en medio de las calles y barrios de Bucarest veo a hombres y mujeres con flores, puestos llenos de flores, parques preciosos ricos de color y de flores… Me gusta un mundo así y pienso que, mientras nos sigamos diciendo las cosas con flores, nuestros sueños tendrán sentido.
Isaac Lara Alonso
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