La celebración del Corpus estuvo marcada por la presencia de los niños de primera comunión Lorena, Andrés, Diego y Juan. Todo transcurrió con la solemnidad habitual de las celebraciones. A la una de la tarde todo estaba preparado para que comenzara este día tan especial: los balcones adornados, las calles limpias, los altares preparados, la gente engalanada, el incienso, el palio, el clamorear de las campanas…, y un muy numeroso grupo de fieles, que nos adelantaba que las fechas veraniegas están a punto de llegar.
Después de la celebración de la Misa, nos dispusimos a honrar a Jesús sacramentado por las calles del pueblo. La cruz parroquial abría la procesión; los estandartes, el turiferario, los hombres portando el palio que nos indicaba el paso de la Sagrada Hostia, el coro…, y todos honrando al Señor y reconociendo su presencia en medio de los hombres. Los cantos se fueron sucediendo hasta que llegamos al Mesón; allí estaba el primer Altar. Silencio respetuoso…, oración y cantos… ¡Viva Jesús sacramentado! Miguel Ángel acercó la comunión a algún enfermo que también recibió la bendición del Señor, igual que todos los presentes. La comitiva se puso en marcha hasta la casa del Po donde estaba el segundo Altar. De nuevo silencio…, oración y cantos… ¡Viva Jesús sacramentado! Nos pusimos de nuevo en marcha hasta la Iglesia; allí doblamos nuestras rodillas ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Le habíamos sacado a las calles, ahora toca que todos nosotros llevemos también su presencia a otros lugares con nuestra manera de obrar y vivir; este día nos ayuda a ello.
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