Casi seguro, que para los que pasáis ya de los cuarenta, están muy vivos en vuestro recuerdo los ritos, ceremonias y el
“ambientillo” con que se celebraba tradicionalmente la Semana Santa en Mecerreyes.
Y a todos os traerán recuerdos gratos y nostálgicos, al oír hablar de procesiones, carracón, tinieblas, monumento, los pasos… Probablemente pienses que todo eso es algo pasado y caduco, que hoy la Semana Santa de santa…
Hay procesiones, pero son de coches a pasar las vacaciones. Que los monumentos son los espectáculos públicos. Que los pasos, son por el camino de las bodegas, pero no llegan a las cruces… Que las tinieblas son las rondas y algazaras nocturnas por las calles del pueblo…
Abusando un poquito de esta tribuna que se me ofrece, quisiera invitarte a que no vivas sólo de recuerdos. La Semana Santa, sigue siendo tan “santa” como siempre, pero depende de ti. Como creyente y sacerdote, te invito de corazón a que participes y vivas la Semana Santa de Mecerreyes, que sean días “de vacación”, pero también de religión.
.
TRADICIONES POPULARES.
Propiamente la Semana Santa comenzaba el miércoles por la noche, en que tenía lugar el rezo de las Completas, llamadas popularmente “oficios de las tinieblas”. Según la tradición que hemos recogido, se desarrollaban así:
El atril donde se leía el evangelio, es lo que llamaban tenebrario, donde colocaban un triángulo con cinco velas a cada lado y una en el medio llamada la “vela maría”. Al rezo, sólo asistían los mayores y cada vez que terminaban una parte, apagaban una vela, cuando sólo quedaba la vela “maría”, entraban los niños y jóvenes con carracas y otros utensilios, para hacer el mayor ruido posible. Terminado el “Miserere”, se apagaban todas las velas y empezaban a dar ruido –según decían- para atormentar a los judíos.
Creo que todo esto, era común a todos los pueblos y desaparece hacia los años cuarenta, pero ignoro qué sentido puede tener.
El Jueves Santo, tenían la Misa por la mañana y a continuación reservaban el Santísimo en un altar que preparaban en lo que hoy es el altar del Rosario. Era el conocido monumento, adornado –sobre todo- con muchas velas compradas con el aguinaldo recogido por los niños durante los domingos de Cuaresma. (Algún mayor recuerda que, si hacía bueno, se iba hasta Mazariegos a pedir el aguinaldo).
Este monumento estaba cerrado por una especie de tapices o telas pintadas que cubrían los dos arcos y eran conocidas por “los judíos”, por ser los personajes principales de las escenas pintadas en los mismos. Creo que estas telas, de un color grisáceo, llegaron hasta los años sesenta.
La “vela” al Santísimo, era continua e ininterrumpida, hasta la ceremonia de la adoración de la Cruz.
Por la tarde del jueves, tenía lugar el “sermón del mandato”, sermón que por lo menos, tenía que durar una hora. Después tenía lugar, en el Salón del Ayuntamiento, la tradicional subasta para ver quien se quedaba con al cruz de los pasos, haciendo de cirineos en la mañana del Viernes Santo.
Por la noche volvía a repetirse el “oficio de las tinieblas” y a continuación –ya entrada la noche- se hacía el “Calvario de los Pastores”, rezado o dirigido por el sacristán, no sabemos si dentro o fuera de la Iglesia.
A partir de la Misa del Jueves Santo, las llamadas a los actos, se hacían con el famoso “carracón” (caja de madera con unos resortes que al dar la manivela, producían un sonido ronco y seco).
A principios de siglo se cantaba en el sermón de la Soledad –un precioso poema a la Virgen y que a continuación y en lugar destacado, transcribimos:
.
POEMA GUILETO A LA DOLOROSA:
Cuando te miro a Tí bañada en llanto
abrazada a la Cruz, el árbol santo
me parece que tiembla y se estremece
hasta un leño se duele y compadece
de tu inmensa amargura y tu quebranto.
ALZA LA FRENTE HUMANIDAD CULPABLE
PAGÓ TUS DEUDAS VÍCTIMA SAGRADA
PARA EL ALMA QUE LLORA ARREPENTIDA
LA MUERTE DE JESÚS ES NUEVA VIDA.
Cerró tu bien los ojos, murió el día
¿quién medirá el dolor de tu agonía?
y un manto de crespón enluta el cielo
¿Cómo no mueres Tú, Virgen María?
.
REVISTA MECERREYES, nº 1 – Año I – Primavera – 1985. Páginas 6, 7 y 8.
Ilustraciones: Luis Carlos Díez, Jose-Lorenzo González y Marcos González.
Comentarios recientes