Sábado 3 de Marzo: LAS MARZAS
- 11:00 h. Recogida de támbaras y almuerzo en el monte
- 24:00 h. CANTO DE LAS MARZAS.
- Con la licencia de Dios
- y la del Señor Alcalde
- queremos cantas las Marzas
- sin causar perjuicio a nadie.
- A esta calle honrada
- señores venimos
- para cantar las Marzas
- la venia pedimos.
- Si las cantaremos
- o las dejaremos
- si son de su agrado
- cantarlas queremos.
- A los dueños de esta casa
- Dios les de salud y gracia
- y a las gentes de esta villa
- Dios les de salud y vida.
Con estas estrofas, se inicia el canto de la «Marzas» en Mecerreyes, siguiendo una tradición prácticamente ininterrumpida.
La tradición se sigue, pero su finalidad y su sentido original, se han desvirtuado por completo, por razones obvias que anotaremos a continuación. Sin embargo, parafraseando el dicho, podemos anunciar: «Las Marzas han muerto. VIVAN LAS MARZAS»
Según los entendidos y estudiosos del folclore, es claro que el origen de estas rondas o cantos, parecen relacionarse con el comienzo del año romano y su influencia posible en España. Teniendo esto en cuenta, las marzas en su origen fueron una especie de ceremonias cívico-religiosas para dar gracias a la divinidad por el nuevo renacer de la naturaleza.
Aunque partiendo de este origen, las marzas pasarán a ser unos cantos de ronda por parte de los mozos, para halagar o conseguir la moza deseada. No se olvida el canto a la naturaleza, pero el centro de las marzas actuales, es el canto a la juventud y al amor, terminando con la petición de «aguinaldo» para la clásica merienda.
Por lo menos en Mecerreyes, no sólo eran los quintos los que cantaban las marzas, sino que era la cuadrilla de mozos en cuanto a tal, presidida por su Alcalde o Mozo Mayor, que era el director y organizador de la fiesta.
La última noche de Febrero, y en sitios ya determinados de antemano, los mozos se dividian en dos cuadrillas, colocadas a unos cincuenta metros una de otra, alternándose en el canto de las coplas. Una buena «fogata» de «támbaras», hacía de linterna y sobre todo, daba un poco de calor a los mozos en la fría noche de invierno: encargándose la bota de vino de «ponerles a tono».
Hoy las marzas, han perdido la importancia y la finalidad original, por la evolución y el cambio total que se ha dado en la sociedad rural.
En primer lugar, hoy ya no se vive «al ritmo de la naturaleza», el hombre de campo actual no estructura su tiempo, su trabajo y su ocio acomodándose a la realidad climática o estación del año.
No sólo ha desaparecido la cuadrilla de mozos en cuanto a sociedad organizada, sino incluso, los mozos han desaparecido de los pueblos y si existe, son sólo «de fin de semana».
Por último, las relaciones entre los jóvenes, han cambiado por completo, ya no se necesitan de estas rondas para halagar a la moza deseada.
Por todos estos cambios socio-culturales las marzas han perdido su finalidad original, no son sólo los mozos los que cantan, sino todo el pueblo: pero ¿y por qué no?. Si las marzas sirven para sacar a las gentes de sus casas y unirles en un canto común ¡Bienvenidas de nuevo las Marzas!. Acaso, ¿no hace falta en nuestra sociedad insolidaria y triste, unión, alegría y amistad?, si el canto de las marzas lo consigue, repetimos: ¡Bienvenidas sean!.
Quizá los técnicos del folclore piensen que se desvirtúa y se pierde una tradición popular, pero a nuestro corto entender, la única forma de que pervivan las marzas en una sociedad tan distinta de las que les vio nacer, es que evolucionen y cobren un nuevo significado y sentido.
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