DIARIO DE BURGOS, 27 de Noviembre de 2011

Vivir

27/11/2011

VMV, el emporio cosmético que nació en Mecerreyes

El burgalés Víctor Martínez Vicario preside un grupo de productos capilares y de belleza que, en plena crisis, tiene presencia en 40 países de los cinco continentes y tendrá un 13% de beneficios este año.

A la sede y fábrica españolas, ubicadas en un polígono industrial de Barcelona, hay que sumar otra planta de producción que el grupo familiar tiene en Venezuela.

DB
Gadea G. Ubierna / Burgos

Puede que el champú que usó esta mañana o con el que le lavaron el pelo la última vez que fue a la peluquería fuera de Salerm Cosmetics, una marca catalana pero surgida en Burgos y, concretamente, en Mecerreyes. Todo comenzó a mediados del siglo pasado, cuando los pueblos todavía tenían barbería y los hijos ya ayudaban a sus padres en el negocio antes de haber cumplido los diez años. Y ese fue, precisamente, el caso de Víctor Martínez Vicario, hoy propietario y presidente de VMV Group y antaño, el hijo del barbero de Mecerreyes. «Mis padres tenían la barbería del pueblo y yo echaba una mano desde niño, aunque empecé a trabajar en Covarrubias con mis primos, en una peluquería de caballeros», cuenta el empresario de 71 años por teléfono desde Barcelona.
Después de una breve incursión en el sector hostelero -trabajó dos años en el restaurante de la Renfe en Burgos- la mili le obligó a marcharse a Barcelona y allí se quedó. «A los 22 años monté mi primera peluquería, que todavía funciona porque la regenta mi hermana, y fue entonces, en 1962, cuando surgió todo», relata. Con el «todo» se refiere a que primero aprendió las artes para peinar y dejar contentas a las mujeres y, casi por casualidad, empezó a fabricar pelucas, pero no en Barcelona, sino en Mecerreyes.
Gracias a la ayuda de conocidos y familiares, organizó un taller en su pueblo con una veintena de mujeres que elaboraban las pelucas y, al ser productos tan ligeros, las mandaban a Barcelona, desde donde se distribuían por toda España. El negocio daba tanto de sí que Martínez tuvo que buscar otro taller para fabricar más. «Lo abrimos en Yudego, otro pueblo próximo a Mecerreyes, gracias al párroco de entonces, Amadeo Varona, a quien debo mucho. Nos ayudó a poner otro taller con 45 personas, que mantuvimos unos cinco o seis años», asegura, matizando que sintió el cierre casi tanto como sus empleados porque «me permitía bajar cada ocho o diez días a mi tierra. Ahora voy, pero no tanto como quisiera».
La decadencia de las pelucas llegó a mediados de los setenta, casi al mismo tiempo que Martínez compró la marca Salerm Cosmetics y empezó a producir y vender productos capilares. «Las pelucas pesan muy poco y se podían mandar, pero no es lo mismo con los productos. Nosotros fabricamos cada día unos 80.000 o 100.000 tubos de tinte», señala, destacando que, al dar el salto, era imposible mantener la misma forma de producción.
A partir de este momento fue cuando Salerm comenzó a diversificarse y a expandirse por el mundo hasta lo que es hoy: una compañía con una planta de producción en Barcelona y otra en Venezuela, que tiene puntos de venta en 40 países de los cinco continentes y que sirve de todo: desde tintes hasta secadores o mobiliario para peluquerías. «Seguimos creciendo dentro de la crisis. El año pasado tuvimos un 18% de beneficios y este año tendremos entre un 13% y un 14%. Creo que la clave está en que nos adaptamos mucho a cada país, no puedes ir poniendo tus reglas», explica Martínez. En este sentido, el empresario burgalés, que hoy tiene 71 años, considera que dos de los lugares más complejos para trabajar son Venezuela y Moscú, por distintos motivos. «En Venezuela son políticos, cuesta mucho que las autoridades te den permiso para fabricar y en Moscú, en Rusia, es bastante complicado tener relación con el socio de allí», asegura.
Otra de las claves de su éxito es el hecho de haber ido creciendo «con humildad y muy poco a poco» y, sobre todo, tratando de no depender de la financiación externa. De hecho, Víctor Martínez Vicario asegura que siempre que ha dado un paso adelante lo ha hecho con sus propios medios, reinvirtiendo en el negocio todos los ingresos. Por ese motivo considera que no es imposible que su historia se repita y, es más, afirma que «siempre hay oportunidades, siempre se puede crecer, aunque hay que tener claro que hay que ir con humildad. En España, como en todos los países adelantados hacen falta más obligaciones y menos derechos. Y también hay mucha gente enganchada a las subvenciones, que en ocasiones pueden ser útiles, pero no por sistema»,