SÁBADO DE FIESTAS

El sábado, día de acción de gracias, comenzó con otra misa cantada en latín (recordando viejos tiempo). Tras la celebración los niños se divirtieron con los juegos que se organizaron en la plaza; también pudieron participar en la gran ghimkana de la tarde, de la que volvieron tan felices como pringosos y olorosillos; vamos, que los tuvieron que poner a remojo nada más llegar a casa. No tuvieron respiro, ya que poco después se celebró el concurso de disfraces y allí acudieron bien arregladitos y con unos disfraces tan originales y preparados como los de todos los años. Hubo, como siempre,  quien intentó escaquearse de dar la vuelta entera al círculo para ir directamente a recoger la bolsa de golosinas, pero no lo lograron; ¡Sin vuelta no hay chuches, pillines!

Comenzó el baile con la tercera orquesta de fiestas: era aquel el momento de agarrar cada cual a su pareja y… ¡a bailar! Pues empezaba ahí el nuevo concurso de este año: ¡el concurso de baile por parejas! Al principio no había nadie que se animara a apuntarse. ¡Qué vergüenza! ¡Cómo me voy a apuntar yo al concurso de baile!¡Pero si no se moverme! Eran las frases más escuchadas cuando, cual sigilosos cazadores, pillábamos por sorpresa a nuestras pobres víctimas para incitarlas a apuntarse al concurso. Pero, a pesar de las reticencias iniciales, y para nuestra sorpresa, acabamos por llenar toda una hoja de nombres de parejas que se animaron a participar. Aun y todo, no acabó de salir del todo bien, pues las parejas concursantes comenzaron a bailar en la parte de atrás de la plaza y muchos de los que se habían apuntado no se dieron cuenta de que habían empezado. Así que al final no fueron tantas las parejas que participaron.

Por la noche el pueblo se llenó de gente que venía de fuera, y pudimos observar el fenómeno  microbús/litrona tan típico estos últimos años. Hubo mucha, mucha gente, como todos los sábados de fiestas, y casi no cabíamos todos en la verbena. ¡Podía llegar a ser algo agobiante, pero a quien tiene ganas de juerga no hay multitud que lo detenga!

 

EL DÍA DE LA DESPEDIDA

El domingo nos desveló alegres, como cualquier otro día de fiesta, pero al mismo tiempo algo apenados por la proximidad del fin de las fiestas y, con ellas, del verano. Pero dejando de lado esa inquietud, nos dispusimos a aprovechar al máximo aquel día de disfrute que nos quedaba. Después de la misa de domingo; esta vez pudimos escuchar animados cantos tradicionales castellanos, los chavales (de todas las edades, desde los pocos meses hasta los cincuenta) bajaron a la fiesta de la espuma, y después de divertirse un rato cubriéndose los unos a los otros de nieve esponjosa, bajaron al pilón para darse el aclarado. Y  no se conformaron con ponerse a remojo a sí mismos, ¡qué va! Ya sabéis como somos en este pueblo; todo mirón que se atreviera a acercarse a la escena ¡caía inevitablemente al agua!

Por la tarde, mientras unos jugaban la partida de subastado, otros preparaban sus postres y tortillas para presentarlos al concurso, y el resto descansaban en sus casas o se reunían en los bares a charlar hasta que llegara el momento del baile y la entrega de premios. Llegó al fin el acto de cierre de las fiestas, y pequeños y adultos esperaban, ansiosos, su correspondiente obsequio. Pusimos, primero, un vídeo que habíamos preparado con las fotos sacadas durante las fiestas, que aunque salió bien no pudo verse  con claridad porque no logramos proyectar la imagen tan grande como deseábamos; ¡el año que viene saldrá mejor!

Nadie quedó sin premio; tras el largo acto de entrega cada cual volvía felizmente con lo ganado a celebrarlo con la familia o a darse la comilona con la peña. Pues, el domingo, los que aún quedaban se reunieron para hacer sus últimas cenas de peña del verano, y terminar las fiestas con alegría y buen humor (¡y buenos alimentos!).

Y así, sin más demora y con una buena noche guileta “petit comité”, les dijimos a nuestras queridas fiestas:

¡¡Hasta el año que viene!!