Aunque no fuera jueves y el refrán ya no se pueda cumplir, este año sí brillo y ¡con qué ganas!, el sol; y con más intensidad todavía en la celebración del Corpus Christi.
Ajustándonos al nuevo horario de misas impuesto por las necesidades pastorales de Miguel Ángel, celebramos este día eucarístico con solemnidad y agilidad.
El objeto del día, que no es otro que honrar al Señor por todos no reduciendo nuestro culto al interior de la Iglesia, sino saliendo a las calles y proclamando nuestra fe públicamente, quedó ampliamente respaldado por la afluencia masiva, el cuidado en la elaboración de los altares, la solemnidad de la procesión, la piedad y participación de todos.
Se hicieron tres altares bellísimamente decorados en casa de Virgilia, en la fachada del Mesón de Frutos y en la casa del tío Po. Cada año son más bonitos y elaborados.
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